«En mi locura encontré mi libertad»
Aldana Humberto, especial para Revista Latitud
¿Sola? ¿En moto? ¿En plena pandemia? Fueron las preguntas que me acechaban cuando comenté que iba a hacer este viaje. ¿Cómo surgió? Salir al exterior estaba y está complicado, me había comprado mí Honda XR 150 el año anterior, entonces dije: ¿Por qué no? ¿Por qué no hacer mi primer viaje largo en moto por Argentina? Investigué un poco las rutas que había para hacer en el norte, me equipé con la ropa adecuada y las cosas necesarias, y salí. Armar rutas y salir son una de mis grandes pasiones, visité 22 países, viajé en avión, en barco, en tren, en auto, a dedo y en moto. Ya había hecho viajes de más de un año y otros unos 3 meses. Hoy le tocaba a mi hermosa Argentina.
En esta nota puntualmente voy a hablar sobre el Abra del Acay.
Hoy puedo decir que tengo una cosita menos en la lista de las cosas que no quiero dejar de hacer en esta vida, pisar el punto más alto de la ruta 40.
Una vez leí esta frase que me representa: «En mi locura encontré mi libertad».
Me asesoré con un lugareño que me dió algunos tips, hice carburar la moto para la altura, preparé las cosas para el día siguiente, me acosté a dormir. Me había puesto el despertador a las 8:30 de la mañana, porque de antemano me recomendaron que el frío a la mañana es muy intenso en el norte, y claramente tenían razón.
Lo normal de este tramo es hacerlo desde Cachi a San Antonio de los Cobres y seguir viaje, o al revés. Pero como yo obligadamente tenía que ir a Salta a hacerle el service a la moto, se me ocurrió hacer Abra del Acay ida y vuelta en el día desde Cachi. Eran 205 km por ripio, 9 horas de recorrido frenando a sacar mil fotos y a charlar con otros viajeros.
Llegar a la cima me emocionó hasta el alma, pero el recorrido hasta ese lugar no puede ser descrito con palabras.
Me habían dicho que tenía que cruzar el mismo río que atraviesa la ruta 5 veces. Puse primera, los pies en el agua y avancé, y agradezco haberlo hecho. Lo que me esperaba después de cruzarlo era mágico: curvas, contracurvas, precipicios, caminos angostos, el frío, la soledad, piedras bastante grandes, cuestas empinadas, colores y más colores, de los que quieras. Llamas que se acercaban a recibirte, cactus erguidos que parecían estar levantando los brazos dándote la bienvenida y enormes montañas que literalmente atravesás por dentro hasta llegar a la cima. El camino es así hasta llegar a Abra del Acay, el punto más alto de la ruta 40 a 4895 msnm, aunque algunos dicen que tiene más de 5000 msnm.
Llegar hasta ahí me emocionó hasta las lágrimas, el frío en la cima era extremo, pero nada me importó, mi felicidad era enorme, ni siquiera sentí signos de apunamiento.Me faltaba un poco el aire, no voy a negarlo; Tenía que hacer movimientos muy lentos y, por momentos, se me iba la voz (no sé si por el frío, por la altura o por la emoción). En la cima me recibió un pequeño zorrito muy simpático que se acercó en busca de comida.
Una vez más me sentí pequeña en este mundo, una vez más quise agradecerle a mi motito por haber llegado hasta ahí sin quedarse en ninguna cuesta, bancándose el agua de los ríos, la altura y por no haber pinchado ni una sola rueda.
Volví con una sonrisa tan grande, cómo la de un niño con juguete nuevo.