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El trío jujeño de colores, artesanías, sabores y mucha magia


El trío jujeño de colores, artesanías, sabores y mucha magia

Por Una Periodista Viajera especial para Revista Latitud

Dicen que la falta de oxígeno puede provocar alucinaciones. Tal vez sea eso lo que pasa en Jujuy, donde la altura transitable casi alcanza los 5.000 kilómetros sobre el nivel del mar; aunque dudo que ese sea el motivo de tan maravillosos paisajes.

En mi recorrida en moto hubo tres pueblitos que me hicieron sentir pequeña (y eso que apenas supero el metro y medio de estatura) con lo magníficas que son sus montañas llenas de colores y de cactus: Tilcara, Humahuaca y Purmamarca; y sí, en ese orden.

El trío jujeño de colores
Camino de los Colorados, Purmamarca (El trío jujeño de colores)

Sus casas son bajas, están construidas con piedras y adobe que acompañan el paisaje. Provocan una sensación de bienestar, al igual que su gente que siempre está con una sonrisa y dispuesta a ayudar a los viajeros.

Los lugareños y los que adoptaron estos pueblos como sus hogares aseguran que la mejor época para visitarlos es el carnaval. En esos días la cultura inunda cada rincón, no sólo los restaurantes y bares, sino también se lo vive en la calle.

Lamentablemente todavía no tuve la oportunidad de ir a esa fiesta pero lo bueno es que es una deuda pendiente, un objetivo viajero por cumplir que me va a permitir volver a esos lugares tan mágicos. Mi visita fue en post-carnaval, el fin de semana siguiente, y el aire festivo seguía sintiéndose en todos los rincones. Había graffitis, stencils, ofrendas y varios viajeros que decidieron quedarse unos días más.

Recorrer sus calles y plazas te rodea de artesanías y del aroma a locro, empanadas y tortillas, algo que va a quedar grabado para siempre en mí. Podría pasarme días comiendo tortillas y no me arrepentiría de nada; dicen que las calorías en los viajes no cuentan.

Quiero aclarar que este no fue mi primer viaje a estos pueblos pero sí es el que dejó muy buenos recuerdos, experiencias y ganas de volver. La primera vez que fui fue cuando era adolescente, en un viaje escolar totalmente hecho por una agencia de viajes. Lleno de horarios para todo, casi no pude disfrutar de nada y, de hecho, tengo recuerdos muy vagos. Para los que dicen que los viajes malos no existen, yo les digo que no contraten cada segundo de su viaje.

Lo único bueno que rescato de ese viaje es que me permitió saber cómo NO quiero volver a viajar, porque inclusive esa mala experiencia no dejó un buen sabor sobre el noroeste argentino en mí, tanto que pensaba que nunca volvería a ir para esos lados.

Hasta que un día llegó mi compañero de viajes, soñando con conocer el NOA, su cultura, su gastronomía y vivir todo su folklore. Lo empecé a pensar y pasaron más de tres años de esa charla y más de 13 años de aquel primer viaje trunco hasta que decidí a volver, «a darle una nueva oportunidad», pensaba, y me arrepiento tanto de no haber ido antes, hasta ganas de irme a vivir a Tilcara tengo ahora.

El trío jujeño de colores
Camino a la Serranía del Hornocal, Humahuaca (El trío jujeño de colores

Si bien la mayoría de los turistas y viajeros hablan de Purmamarca, sus paisajes y su cultura, yo elijo Tilcara. Tiene esa mezcla entre sus tradiciones y las nuevas costumbres, seguramente llevadas por quienes la eligieron como su lugar para vivir, lo que te hace constantemente sentirte entre lo viejo y lo nuevo, entre lo desconocido y lo conocido, tanto que se impregna en uno y logra que te desconectes y te dejes llevar.

La foto obligada

Más allá de que en mis viajes empecé hace unos años a «dejarme llevar» y no seguir el plan al pie de la letra, hay lugares que hay que visitar sí o sí por su importancia, trascendencia o lo que fuere, aunque tal vez no sean de un gran interés para uno.

En Tilcara hay que conocer el Pucará y la Garganta del Diablo. El primero es un sitio histórico y arqueológico que está en una zona alta, por lo que se puede sacar muy buenas fotos del paisaje o simplemente admirar y dejarlo guardado en la retina.

Se puede llegar en vehículo o a pie, está formado por varias construcciones de casas realizadas por indígenas tilcaras y vendrían a conformar como una ciudad vieja. La entrada es paga e incluye un guía que relata la historia del lugar, el que nos dio el recorrido hablaba con gran pasión sobre sus antepasados.

La otra atracción turística de Tilcara es la Garganta del Diablo, a la que se puede llegar caminando o en vehículo que se debe dejar en un estacionamiento ya que todo el recorrido es a pie y en subida por una superficie rocosa.

La Garganta es una profunda hendidura en la tierra que provoca un poco de vértigo e impresiona ver cómo la naturaleza marca tan fuerte todo a su paso.

El trío jujeño de colores
Serranía del Hornocal, Humahuaca (El trío jujeño de colores)

Se puede llegar hasta ahí y volver o se puede seguir el río Huasamayo que, si bien tiene un sendero, se bifurca entre las piedras y por momentos no queda otra más que mojarse el calzado pero en el final del camino la cascada es paradisíaca y pacífica.

Hablar de Purmamarca es hablar, casi obligatoriamente, del Cerro de los Siete Colores que, en conjunto, forman una de las postales más fotografiadas, visitadas y conocidas del noroeste argentino. Entre sus colores, se puede distinguir el rosado, el blanco, el marrón, el rojo, el verde, el morado y el amarillo tipo mostaza.

Para verlo no se requiere entrada, basta con levantar la vista desde casi cualquier punto del pueblo, lo que permite sea admirado desde distintos ángulos y el mejor momento para hacerlo es a la mañana ya que la luz del sol da de frente y resaltan todos los colores.

La otra opción se encuentra en una zona que está enfrente del Cerro, donde hay otro cerro más bajo que funciona como un mirador y desde el que se lo puede ver como en una panorámica, aunque cobran una entrada que es muy económica.

Detrás de todos estos colores se encuentra un lugar en el que predomina el rojo y parece sacado de otro planeta, llamado El Camino de los Colorados que, en mi opinión, es imprescindible recorrer y dedicarle tiempo porque el paisaje es increíble y totalmente gratuito.

Cerro de los Siete Colores, Purmamarca
Cerro de los Siete Colores, Purmamarca (El trío jujeño de colores)

Otra recomendación en Purmamarca es recorrer el centro y la plaza que están llenos de puestos y locales de artesanías que dan color a todo el paisaje y de comida callejera como tortillas y empanadas, tan típicas de esta región.

Si siete colores no son suficientes, en Humahuaca se encuentra la Serranía del Hornocal, un cerro en el que se puede distinguir 14 colores y al que se debe llegar en vehículo particular o en un taxi compartido ya que hay que recorrer unos 24 kilómetros en subida y por ripio desde el centro del pueblo hasta esta formación geológica.

En el lugar, frente al cerro, hay un mirador en el que se puede admirar una vista panorámica de todos estos colores generados por la naturaleza y el mejor momento para apreciarlo en su máximo esplendor es a la tarde ya que el sol le da de frente.

En Humahuaca también hay que subir una larga escalera de piedra de unos 103 escalones para llegar al Monumento a los Héroes de la Independencia que conmemora a los pobladores del norte que lucharon en la guerra por la independencia.

Al estar en altura, se puede apreciar el pueblo en una vista panorámica. En sus escalinatas hay distintos puestos de artesanos y en la base se encuentra la plaza central en donde hay otro atractivo de Humahuaca: el Cabildo y su torre en la que funciona un reloj con un carrillón del que al mediodía sale una figura de San Francisco Solano a bendecir a los presentes.

Sin lugar a dudas, estos tres pueblos contagian la energía y alegría jujeñas y son los destinos que hay que visitar al menos una vez en la vida, aunque en mi caso, volvería cada vez que pueda.

La recomendación final es, como ya lo dije, «dejarse llevar», recorrer los pueblos, caminar por esas callecitas de ensueño y descubrir lo que tienen para ofrecer y toda esa magia jujeña.





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