Por Alejandro Vergez, especial para Revista Latitud
Sobre un costado de la ruta, se deja ver una pequeña porción de la cúpula de una construcción de estilo gótico.
Al saltar la tranquera, se clavan los borcegos sobre la tierra húmeda, los pocos y tibios rayos de sol no lograron secar el rocío matinal.
A medida que avanzo, voy acomodando parámetros y haciendo obturaciones. El gorjeo y constante aleteo de las palomas al notar mi presencia, realmente me sobresalta.
Las nubes corren y el cielo se oscurece, quedando grisáceo.
Pasando el arco de entrada de la iglesia, se torna difícil poder acostumbrarse a la mínima luz y es grande el desconcierto
que produce el nauseabundo olor a excremento de las aves.
Los pisos crujen, las paredes hieden, la escalera tiembla, y la única seguridad por momentos es que el cielo está allá arriba, sin poder ocultarse a través de los techos derruidos y derrumbados.
Una vez relevado todo el lugar, recién pude disfrutar las últimas luces del día y tomar dimensión de la situación vivida. Literalmente, a cada paso, una foto…
El modo de encarar este trabajo fue novedoso y gratificante para mí, porque quedó totalmente capturado el sentir y la primera impresión.
Una real toma directa en cada click.
Luego me enteraría que pisé maderas con una antigüedad de 109 años, que la iglesia fue levantada por la viuda en honor al dueño de la estancia, que se trasladó la cripta con los ataúdes del matrimonio luego de una gran inundación. Y que finalmente, a partir de allí se produjo el abandono total de la construcción.
Iglesia San Eustaquio (1911)
Estancia La Micaela
Vivorata – Bs As
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