Paraísos del Lago Titicaca:
Isla Flotantes de los Uros e Isla Taquile
por Barbara Ortiz, especial para revista Latitud
Mi hermana y yo emprendimos un viaje solas por Perú y Bolivia con nuestras mochilas. Sin duda una de las mejores experiencias que vivimos, llena de
anécdotas e imágenes que se guardarán por siempre en nuestra memoria. El viaje comenzó en Lima, la capital de Perú y terminamos en Santa Cruz, Bolivia. En medio de este recorrido conocimos el lago Titicaca y es de este del que les voy a hablar.
El lago Titicaca es el legendario lugar de nacimiento del imperio inca, el lago navegable más grande de Sudamérica y más alto del mundo también.
Se encuentra a una altitud media de 3812 m s. n. m. entre los territorios de Bolivia y Perú, de los cuales el 56 % del área corresponden a Perú y el 44 % a Bolivia.
Para los locales este lago es de tremenda importancia religiosa, ya que lo consideran como una fuente mágica de vida.
Es interesante mencionar que esta región pertenece a lo que se llama el «Altiplano», la zona donde los Andes son más amplios. Comprende el sur del Perú, gran parte de Bolivia, el norte de Chile y Argentina. En el pasado, esta zona fue el territorio de
algunos pueblos preincaicos, especialmente los que pertenecen a la civilización Tiahuanaco.
La mayoría de las excursiones de la región parten del puerto de la ciudad de Puno, del lado Peruano. Se puede llegar allí desde la ciudades de Cusco, Arequipa o Lima, teniéndose varias opciones de transporte: tren, bus o avión.
Esta ciudad no es tan grande sin embargo tiene gran importancia para el turismo, ya que funciona como la puerta de entrada al lago Titicaca. Además, Puno está a sólo dos horas y media de la frontera internacional con Bolivia, así que también representa un paso fronterizo.
Este enorme lago compartido entre Bolivia y Perú contiene varias islas, entre las cuales están las islas flotantes de Uros, la isla del Sol y la de la Luna. También están las encantadoras y ancestrales islas de Amantaní y Taquile.
Para poder llegar a estas islas y disfrutar de sus paisajes, lo primero que debes hacer es, como ya dije, llegar a Puno. Navegando es de allí la primera parada es la isla de los Uros, que se encuentra tan solo a 7 km del puerto de salida. Desde allí se puede continuar hasta la isla de Taquile, a 28 kilómetros más. El tiempo que tomará este viaje será de 3 horas aproximadamente.
Si se lo hace en excursión demandará todo el día, eso sí, será un día lleno de cultura y paisajes extraordinarios.
Isla Flotantes de los Uros
Olas y el balanceo del barco, viento, frío, lluvia y arco iris, todo ello se puede disfrutar en una sola mañana. Mirando las nubes, parece que podrías tocarlas si levantas las manos. Luego de pasar unos juncos, moviéndose sobre el lago, divisamos a lo lejos las islas de los Uros. Se trata de unas embarcaciones de totoras con algunas mujeres en sus vestimentas típicas, con polleras de flores, chalecos con colores vivos y tejidos al detalle.
Las islas flotantes de los Uros son un conjunto de superficies artificiales habitables construidas de totora, una planta acuática que crece en la superficie del lago Titicaca. Se levantan sobre una porción de la superficie del lago Titicaca y por lo general se sobreponen a los bloques de raíces sobre las cuales se tienden capas sucesivas de tejido de totora entrelazada en esteras.
Los Uros fueron una de las primeras formaciones culturales preincaicas del altiplano. En un principio habitaban en tierra firme, pero con el paso del tiempo fueron construyendo islas flotantes para evitar ser conquistados por los tiahuanacos, collas e incas.
Sus habitantes, los uros, son un pueblo ancestral que mantiene las tradiciones conectadas al aspecto cultural del lago. Su subsistencia se basa en los múltiples usos dados a la totora que brota del fondo y la pesca también.
Cada una de sus viviendas está compuesta por una sola habitación. Como sus estructuras son de material inflamable cocinan al aire libre para evitar incendios. Aunque el modo de vida sigue siendo tradicional, junto a algunas de las casas pueden verse pequeños paneles solares que les proporcionan unas tres horas de electricidad por las noches. Para mantener la isla, cada 20 días se añade una nueva capa de totora sobre la superficie y además se la ancla con cuerdas, estacas y piedras que se hunden hasta una profundidad de unos tres metros.
Cada isla tiene un presidente y hay un jefe máximo para todas ellas.
Los Uros parecen ser gente simpática. Al llegar nos recibieron con una enorme sonrisa, algunos estaban sentados sobre las totoras, tejiendo y armando manualidades. Una de las mujeres era la designada como jefe de esa isla; ella fue la que nos indicó que nos sentemos en un semicírculo, para así contarnos en primera persona cómo es vivir en una isla flotante y responder todas nuestras preguntas. Mientras tanto se podía sentir el movimiento del agua, suavemente, recordándonos que no estábamos en tierra firme. Nos mostraron como
vivían y nos invitaron a comprar sus artesanías al finalizar la charla. Fue una experiencia increíble, su comunidad mantiene sus creencias, pero también coexisten con las nuevas tecnologías. Me resultó inimaginable vivir sobre una isla hecha de totoras y dormir meneándose con el vaivén del lago Titicaca y las estrellas en completa naturaleza. Vale aclarar que existe la posibilidad de pasar la noche con las familias en una isla flotante.
Luego de estar en esa isla, nos trasladamos en un bote más pequeño propio de la zona hecho con totoras hacia la Isla Capital de los Uros. En esta isla podéis comprar alimentos, bebidas, recuerdos y, a modo de recuerdo, puedes sellar tu pasaporte con un sello de la Isla Flotante de los Uros. Obviamente, como tenía mi pasaporte aproveché y lo sellé; también compramos algunos chocolates típicos de la zona, exquisitos. Nos subimos al catamarán inicial con el que salimos del puerto de Puno y seguimos viaje hacia la Isla Taquile.
Isla Taquile
Llegamos a la isla, sin nubes, con un sol arrasador típico de marzo. El recorrido comenzó con un camino de suaves pendientes y peldaños numerosos hacia lo más alto, donde nos recibirían los locales con un almuerzo regional.
La isla Taquile se encuentra a 3.950 m.s.n.m, y el punto más alto de la isla se llega a los 4.050. Una de las principales atracciones de esta isla,ñ son los coloridos textiles de los atuendos que utilizan sus pobladores, con los que marcan su estado civil y estatus social. Otra de las características resaltantes es la huella preinca es que se puede ver en su increíble paisaje construcciones propias de esa época.
Todo en la isla refleja las costumbres y creencias andinas; las normas sociales y las vestimentas de los habitantes no se han visto afectadas por el turismo, permaneciendo intactas al paso del tiempo.
Los pobladores de Taquile son amigables y conservan sus tradiciones heredando este arte de generación en generación. Nos contaron de las fiestas en homenaje a la Pachamama y con timidez hablaron sobre su día a día. A través de sus ojos se veía la curiosidad hacia nosotros, los turistas de todo el mundo. Sin embargo era nuestra sonrisa incrédula la que mostraba que éramos nosotros los curiosos y sorprendidos de experimentar, aunque sea por unas horas, su cultura milenaria.
Aquí las comodidades son mínimas. El alojamiento es muy sencillo, no hay agua caliente, y no hay electricidad en algunas horas del día.
Un menú muy típico de la isla es una sopa andina caliente hecha de quinua y, como plato principal, arroz, papa seca y trucha. Todo frente a la inmensidad del lago. Estar en la Isla Taquile es desconectarse del mundo por un tiempo y trasladarse a otra época.
Volvimos a Puno, recorrimos el mercado cerca del puerto, y luego fuimos a una cafetería frente a la plaza principal. Ese fue nuestro último día en Perú. En la mañana siguiente fuimos a la terminal de buses con destino a Bolivia, la ciudad de La Paz, pero esa es otra historia.
Sin duda, este fue uno de los lugares más asombrosos de nuestro viaje, el equilibrio entre lo moderno y ancestral, la adaptación de los cambios y preservación de lo autóctono, simplemente complejo y singular, un lugar para soñar con los ojos abiertos y viajar con el alma.
Barby